La instalación del Muro Inca es una pieza interactiva en la que el público podrá dejar sus peticiones. Escribiendo una nota en un pedazo de papel introduciéndola en el muro. El muro servirá como conexión de deseos individuales que al ser depositados en un punto colectivo se consolidan convierten en una unidad diversa encaminada a una unidad comunidad diversa unidad.

Uno de estos símbolos es la pared inca con la piedra de los doce ángulos, símbolo de una cultura poderosa que conquistó un vasto territorio en Latinoamérica. El Muro Inca se instala como la conexión de la brecha del pasado con el presente, convirtiéndo ese símbolo en una iconografía portatil y universal al sacarlo de su contexto local.

Los símbolos se nos hacen familiares al ser parte de nuestro espacio vivencial. Al haber crecido rodeado de ellos devienen en una iconografía con la cual desarrollamos una relación que incide en el moldeamiento de nuestra identidad como parte de un grupo comunitario con los mismas raíces. Son objetos que contienen toda una simbología la cual tiene importancia de acuerdo al grado de pertenencia que hayamos construído con ellos deviniendo en una simbiosis -yo soy, yo represento ese símbolo y finalmente yo soy ese símbolo- una simbologia que se convierte en parte integral del individuo como un tatuaje en la piel.

Cuando esa iconografía es de otra época hay una brecha que sortear entre el pasado y el presente. La sensación de pertenencia se da en cuanto más entendamos la procedencia y la relación que tiene para con nosotros dándose el proceso de la recuperación de la memoria histórica. En este caso la relación que se crea se ve afectada por una serie de aspectos en la cotideaneidad que inciden en la construcción de la pertenencia. Se vuelve más importante si logramos que sea parte de nuestra vida contemporánea, que nos la llevemos "puesta", que nos pertenezca.

Esta es la práctica de la peregrinación. El ritual de volver a un lugar o a un ícono sagrado, símbolo importante de una comunidad. En Jerusalem se tiene el Muro de los Lamentos, en el budismo coreano el Kiwajang donde las peticiones son grabadas en una pieza cerámica que se va añadiendo a la estructura del techo de un templo budista.